Buscar en este blog

13 diciembre 2020

RECUERDOS DE COSAS PEQUEÑAS. RETAZOS DE NUESTRA VIDA.



 

Hoy me han venido a la memoria algunas cosas que mi madre tenía en casa. Recuerdo que olía intensamente a vainilla la manga pastelera de mi madre. Aquel trasto me fascinaba. Me parecía el colmo de la modernidad en aquellos años 60 en España, años en blanco y negro aunque para mí bastante felices.  Venía la manga pastelera de mi madre  en una caja de cartón duro de color granate brillante y sobre  la tapa había un precioso dibujo a todo color de una señora rubia muy guapa en una cocina amplia e iluminada, una cocina yanqui de esas modernas, de las que todavía no había en España. Era un dibujo realmente bonito, muy del estilo de aquellos trabajos  de Norman Rockwel.

 

Recuerdo también un álbum de fotos enorme, con tapas de madera lacadas en negro y en la portada un águila cazando a su presa. El águila era de ébano y el plumaje de nácar. En la contraportada tenía un mecanismo de cuerda que hacía que sonara música al abrirse el álbum. Me pasaba las horas muertas  mirando las fotos de mis abuelos, amigos  y familiares que mi madre, primorosamente, había pegado en aquellas hojas de recio cartón negro. Rostros de personas que pasaron por mi vida y que ahora ya no están con nosotros aunque gracias al recuerdo y a los sensaciones que el mismo conlleva, permanecen al cariño, el amor que siendo un niño recibí de ellos.

¿Y qué decir de los juguetes que compartía con mis hermanos? Los soldaditos, indios y cowboys, los MADELMAN o el SCALEXTRIC (que también tenía un olor muy peculiar). Con los soldaditos aún sigo. Los colecciono desde niño. Una buena amiga psicoanalista para tocarme las narices dice que  mis soldaditos son una herramienta para intentar mantenerme anclado a mi infancia. No se lo tengo en cuenta porque cuando me quité del tabaco hace ya 20 años me hizo una reflexión que me fue de mucha utilidad para olvidarme de inmediato del maldito vicio. En todo caso, las señoras siempre han llevado muy mal que tenga la casa llena de soldaditos en miniatura.

 

Recuerdos. Según he ido cumpliendo años, me he dado cuenta de que, a la postre, el alma de los hombres  se sustenta en tres pilares básicos: en nuestros recuerdos, nuestra dignidad y nuestra gratitud hacia las personas que por nosotros algo hicieron. Recuerdos, dignidad, gratitud, vitales cuestiones.

Recuerdos, percepciones del tiempo pasado, retazos de tiempo que retenemos en nuestras mentes aunque sean de cosas pequeñas o aparentemente  sin importancia como las que he descrito en este post.  Escribió  Benjamín Franklin que, el tiempo, es la sustancia de la que está hecha la vida. Por ello, esos recuerdos son en realidad porciones de nuestra vida que nos acompañan o deberían acompañarnos y que de cuando en cuando recuperamos. Nuestra vida, sin  duda, se sustenta sobre esos recuerdos, benditos sean. Creo firmemente que somos nuestros recuerdos y sin ellos nuestra vida carece de sentido. De ahí la inmensa crueldad de enfermedades como Alzheimer que  sin piedad nos dejan sin uno de los pilares básicos sobre los que se apoya nuestra vida.

 

Feliz Domingo, amigos. Abrazos marineros.

 

Fernando José García Echegoyen