Buscar en este blog

31 octubre 2020

UN PAQUETE DE PAÑALES EN LA CALLE PRINCESA.


Ayer estuve en Madrid para grabar un nuevo programa en la tele. Las grabaciones suelen ser a primera hora de la tarde por lo que cada vez que voy a la capital del imperio, desde que dejo el tren hasta que me recogen para ir al estudio, tengo unas horillas en las que deambulo por la ciudad, visito mis librerías favoritas, y peco en alguna tienda de maquetas. Tras ello, una buena comida en la que, entre plato y plato, ojeo los libros que he comprado.

Eran aproximadamente las 13:30 cuando la chica se aproximó a mí. Era una cría; no podía tener más de 19 o 20 años. Llevaba un carrito viejo y destartalado con una niña de tal vez un año y medio de edad. De tez oscura, gesto serio y ojos infinitamente tristes. Pensé que podía ser sudamericana pero cuando me habló, comprobé que no tenía acento. O si lo tenía era madrileño al 100%.

- Señor, ¿puede darme un poco de dinero para comprarle algo de comida a mi niña?

No soy muy de dar limosna, pero es difícil negarse a una petición así habiendo de por medio una niña pequeña. Me metí la mano en el bolsillo para sacar unas monedas y la chica rápidamente añadió:

- O mejor…. ¿podría comprarme un paquete de pañales? Vale unos quince euros.

Me quedé perplejo. Mira que en la vida me han pedido cosas raras. Pero un paquete de pañales……… Pregunté a la chica:

- ¿Y eso dónde se compra? En una farmacia, supongo.
- Los pañales no se compran en la farmacia. En un supermercado - respondió ella.
- Y ¿dónde hay uno?
- Aquí, dijo señalando con el dedo a mi derecha.
No me había dado cuenta, pero estábamos en la misma puerta de El Corte Inglés de calle Princesa. Así que bajamos las escaleras a la planta sótano donde está el supermercado y me quedé esperando en una caja a que la muchacha cogiera el paquete de pañales. Tardó tres o cuatro minutos y regresó con el dichoso paquete. Sin ápice de vergüenza me dijo:

- Vale 21,50 euros ¿no le importa?
- No. No te preocupes.

Ella pasó por caja. Saqué la cartera pagué, y se marchó. Me miró, muy seria y con esos ojos infinitamente tristes, me dijo “gracias” y se encaminó hacia la salida empujando el carrito con su niña a la vez que llevaba en una mano el paquete de pañales. Se perdió entre el gentío que entraba y salía del supermercado. Miré el reloj y vi que era casi la hora de comer así que me metí en un restaurante que me gusta mucho dándole vueltas en la cabeza al asunto de la chica y de sus pañales.

Ya sentando en la mesa del restaurante y con una buena copa de Rioja me vino de nuevo a la memoria la imagen del rostro de la chica. Sentí una punzada en la tripa mientras me intentaba quitar de la mente una reflexión que me machacaba desde que dejé el supermercado:

Me decía a mí mismo:
- Se supone que he hecho algo bueno ayudando a esa persona. ¿verdad? Entonces… ¿por qué coño me siento tan mal?
Buenas noches amigos. Que tengáis un estupendo puente del Pilar.
Besos y abrazos marineros

Fernando José García Echegoyen

naufragios.es@gmail.com

https://echegoyen.es

(octubre de 2018)